domingo, 26 de enero de 2014

A RAS DE SUELO

 

Saludos.

Nunca he visto un partido del Sevilla F.C. desde la perspectiva del césped, desde el ángulo en que lo ven los entrenadores, los suplentes, los recoge pelotas, los espectadores de las filas inmediatas… Nunca. Siempre, en todos éstos años, he debido colocarme unos metros por encima y a veces, muchos. Tantos que en ocasiones lindaba la frontera con el Tercer Anillo en donde puedes llegar a escuchar, si prestas la debida atención, los comentarios de los que se fueron  a las localidades de cielo.

En los últimos tiempos, sin embargo, ocupo un lugar en una zona en que la visión general del juego, de las disposiciones tácticas, de los movimientos conjuntos, de las relaciones ataque/defensa y la basculación del once es de una claridad meridiana. Imagino, no obstante, que los profesionales del fútbol, incluso desde el nivel cero sobre el terreno, deben ver lo mismo que veo yo pero con el saber de lo que ven, qué está ocurriendo y por qué.

Pero yo no soy profesional y apuesto que estando a ésa altura de banquillo, me perdería sin remedio los detalles que ahora veo.

Por otra parte, conviene recordar que mi apellido es de origen vasco, la misma tierra de donde proviene D. Emery que, dicho sea de paso, es apellido inglés (otras fuentes lo sitúan en Francia) igual que Unai significa vaquero o pastor de vacas.

Pero un buen puñado de generaciones más tarde me convierten, por gentileza del Destino, en ciudadano de la región más opuesta a la tierra de aquellos antepasados míos. Si me conocen, verán que los tópicos vascos sobre físicos se difuminaron con los años y me aspecto es, la otra parte de mi sangre, de más allá del Estrecho, de detrás de donde colocó Hércules la columna Abilys. Moro.

Pero algo si conservo del norte y es algo que comparto con D. Emery: la dureza de mollera. Y no hablo de las cualidades volumétricas (ahí le gano por veintidós cm³ a cero, mínimo), sino de las características físicas de penetrabilidad, resistencia, consistencia, de solidez y de firmeza. Dicho de otro modo, somos dos buenos ladrillos aunque, venido al caso, dos buenos pedruscos para levantar al hombro tantas veces como resista el cuerpo.

Así, podemos observar que hace un tiempo y con los mismos protagonistas (y si no me creen tiren de hemerotecas), un cambio estratégico sencillo y fruto del clamor popular que se llegó a escuchar en Fuenterrabía (para los obtusos como yo, conste), supuso que la posición de un jugador sobre el terreno de juego (D. Rakitic), nos enganchó en la senda de las victorias (dentro y fuera). Tiren de hemerotecas, por favor, y contabilicen los partidos ganados con el rubio por detrás de los delanteros y de los del ínclito suizo/croata por delante de la defensa.

Miren, por favor, los partidos en que dos medios centro defensivos, de fuerza y corte y como complementos de una defensa inestable, irregular e insegura, desde hace mucho mucho tiempo, supusieron victorias y cuántas derrotas.

Vean los archivos y observen que D. Rakitic, entrando en segunda oleada y repartiendo y creando juego por arriba, desarrollada el doble mejor trabajo que detrás (donde debe diluir su labor creativa con la defensiva). Es un recurso enorme desperdiciado. Es un plus de efectividad perdido pero que le han acreditado, curiosamente, como objeto de deseo de varios clubes muy poderosos (todo se andará). Un lujo que no podemos permitirnos, D. Emery.

Observen que cuando un Equipo aparece con la táctica 1-8-2, hay que echarle imaginación a la cosa y buscar planes b a destajo. Incluso planes c. Pero hay que hacerlo con sensatez, perspicacia y buen criterio. Cromo por cromo… como que no.

Miren que dos puntas se anulan a sí mismos (como los hacen fuerzas positivas y negativas equivalentes), por lo que el rendimiento de la máquina se paraliza. 0 rpm. Calado.

Vea también, D. Emery, que cuando tenemos jugadas a balón parado en nuestra área y aledaños, sería interesante dejar al delantero (caso de salir con un 9 o uno de ellos cuando son dos), ubicado en el círculo central para retrasar a, al menos, dos defensas y que no participen en los remates a gol. Creo que hasta en el País Vasco se puede aprender eso.

D. Emery, rotar sobre rotaciones rotadas, en un baile incomprensible, desorienta porque siempre habíamos pensado que lo que funciona (principio elemental de la Naturaleza), no debe tocarse salvo causa mayor (lesiones, sanciones o agotamiento del titular). Pero parece que a pesar del tiempo, de los resultados y de las estadísticas, presentar dos veces dos la misma alineación va contra sus principios, contra su idea del fútbol y contra la lógica elemental del la relación inversión/producción/beneficio. Me he perdido, D. Emery.

Ayer, D. Emery, cunado leí la alineación que presentaba, me dije ¡uf! Y hasta los no creyentes (como es el caso del que suscribe), se nos escapó, incontenible, un… ¡que dios nos coja confesaos!

Terrible porque acerté y me cago en tó.

El juego bonito, querido fantoche, es jugar bien para ganar. Y ganar. Las posibilidades de ganar jugando bien (y bonito, si puede ser, como divertimento del espectador, del que paga porque hay quien no) se multiplican. Luego, si eso, nos ponemos de acuerdo en qué es juego bonito para cada cual.

No hace mucho, en nuestra larguísima Historia, jugábamos bien y bonito y nos trajimos un puñado de trofeos. ¿Lo captas? ¿Lo recuerdas?

La posesión del balón, querido fantoche, significa que (como ya dije otras veces y no son palabras mías, si no de un entrenador amigo que de esto sabe tela), mientras tú tengas el balón, tú puedes marcar. Significa que si tú no tienes el balón, tú no puedes marcar. Luego será lo que se quiera que sea, pero es tan cierto como que lo seré hasta la muerte. Y mas allá.

Dicho lo cual y salvo la chorrada de siempre, querido fantoche, magnífico análisis tu último y que comparto en casi todo.

Puede, en mi estupidez congénita, que la táctica sea desorientar al contrario para que nunca sepa qué partido le vas a plantear. Igual se estudia en la escuela de entrenadores, pero como yo no pasé por allí, no lo entenderé nunca. Porque, D. Emery, los mejores, los más grandes, los poderosos apuestan por el once ideal, el bueno, el que apenas se retoca salvo, como decía, causa mayor. Y los buenos, los mejores, deben saber (que lo saben), que tendrán que correr muuuuchos minutos al año, muchas jugadas, mucho esfuerzo, mucho sudor y patadas. Pero son los mejores y eso es parte del salario que, generalmente, es mayor que el los otros, los menos buenos. Curioso ¿no?

Pues mi pedrusco reflejado, otra vez, nos deja con cara de idiotas porque a tozudez no le gana nadie. Ni siquiera los entreverados como yo.

Veremos en las tierras malacitanas la organización estratégica aunque, D. Emery, me temo lo peor porque a pesar de todo, seguimos sin dar mucho miedo porque nos tienen calados los puntos débiles. Demasiado nos conocen.

SFCSINCE1890

Cuidaros.

No hay comentarios: