domingo, 11 de noviembre de 2012

ANDOME PERDIDO

 

Saludos.

Ándome perdido por los procelosos mundos de las hemerotecas (en tres idiomas al menos y sin ánimo de presumir que uno sabe lo que sabe y no mas, ni menos), sin que tal alud de pesquisas reviertan en algo realmente positivo, sugerente o beneficioso para la causa que uno persigue.

Hemeroteca-1

Resulta curioso, no obstante, que ésos archivos de prensa sean llamados hemerotecas digitales porque “digital” viene de dígitos, números o dedos, y si no es porque algunos aporreamos el teclado con solo dos de ésos apéndices, no le veo la relación. Quizás, pudiera ser, porque en informática dicen (que es otro de los millones de temas que no domino), que todo se reduce a dos dígitos: 0 y 1. Pasa o no pasa. On or Not en jerga extranjera.

Deberían llamarse hemerotecas “virtuales” porque, como pueden comprobar en el más sencillo de los diccionarios, son reproducciones no reales, es decir, copias del soporte físico auténtico, el que se almacena en estantes kilométricos, amontonados, clasificados, etiquetados y enumerados, con temperaturas controladas para evitar su deterioro pero que, gratificantemente, te permiten “leerlos” desde casa, en pantalla, tal cual que si los tuvieras delante pero sin necesidad de desplazamientos engorrosos ni pérdidas de tiempo.

En siendo así, comprendo la facilidad de los niños para hacerse rápidamente con ella, con la informática, en tanto que es materia que aplica la simple relación infantil del si o no, sin matices. Luego, con el tiempo, la experiencia y el “conocimiento” de la adultez echamos a perder tal maravilla cargándola con la gama de valores intermedios, de la relatividad, de perspectivas y de monsergas afines. Todo con el estúpido afán de parecer cultos, inteligentes o formados, complicando lo simple y que funciona, Deberíamos morirnos cuando descubrimos que los reyes (magos) son los padres o cuando nos cuenta un amigo que los niños no vienen de París, Escandinavia o de Estardos Unidos.

Es una pena que nos deterioremos de ésa forma.

El caso es que fisgonear tanto papel amarillento (aunque en la pantalla, previo tratamiento de imagen, no presenten su color verdadero, ése trigueño que presumimos), te hurta una infinidad de horas o te sirve para elaborar un escrito en modo huida, para combatir depresiones post match, para buscar motivos que te hagan escapar de dos horas de sin sentido, de sin norte, de sin modelo, de… de ¿qué?

Te largas a los archivos porque husmear en lo que se escribía hace un siglo o mas te exige dedicación plena, te absorbe y al modo del que bebe para olvidar, la realidad virtual (y digital, concedamos), impide caer a plomo en ése abismo de impotencia. Al menos, la maquilla o la esconde aunque te corroa por dentro.

Algo es algo durante un rato.

Y poco es nada.

Tremendo se presenta el panorama. Tremendo porque si alguien no lo remedia (o alguienes, que son muchos los implicados en sus distintas escalas y valores), volvemos a estar de lleno, de pleno derecho, en la zona gris. En ésa que los niños no perciben. En la realidad real, que no virtual, de un Equipo que ni es cero ni es uno. Ni chica ni limoná. Ni grande ni chico. Ni feo ni bonito.

Es gris.

Y yo, como el Equipo, ándome perdido aunque sea en letra impresa y con la suerte de no tener que calzar pantalón corto para hacer el ridículo. De eso se encargan otros más jóvenes, mejor pagados y sin necesidad de buscar subterfugios: se es malo o no se es.

Ya hicimos la machada contra el Real de Madrí y ya vimos que nos hurtaban el partido del Barça a pesar de ser mejores mas tiempo (que es una forma de hablar o escribir porque los tres points se esfumaron como el humo se va). Ahora… a esperar a los vecinos con el corazón encogido porque para ellos es de valor doble.

No nos comemos ni un gato y pensamos en trasegar leones con pólvora mojada, con gente mirando el WhatsApp en vez de pegarle golpes con los pies y con sentido al esférico balón redondo y con gente pensando en qué le dirán en el Tuitter sus legiones de seguidores y sobre todo, qué les recomendarán para superar el deterioro emocional o qué ofrendas de futuro halagüeño anuncian. Prometo ser bueno, mami. No lo haré más. ¿Queréis que me inmole? ¡Esto es un juego y a veces se gana y todas las demás se pierde! ¿Oño!

Porque si pensamos que con hacer cuatro o cinco machadas (pongamos ocho o diez) tenemos asegurado algo, es cierto: la mediocridad perpetua. Si pensamos que somos tan superiores a media tabla que tenemos los partidos ganados sin salir del hotel, la media tabla nos enseñará lo equivocados que estamos. A tablazos.

Y en la senda de mirar hacia abajo como con el WhatsApp, el Tuitter o el Facebook de los de la generación que mira al suelo.

Juego virtual, Equipo virtual y resultado real. ¿Se pasan mucho rato mirando las disposiciones tácticas (!) en la pantalla táctil del Trainer (o lo que sea)? Todo relacionado con los dígitos y los dígitos señalan (porque la informática es matemática pura y esa por ahora no engaña), que tres menos tres es cero. Y tres menos tres por treinta y tres… sigue siendo 000000000000000000000000000.

Y que sumando ceros, al final del camino tendremos… nada real y virtualmente. Puede, incluso, que señalen otra ruta, la del submundo.

¿Depre? ¿Depre yo? Ni hablar. Es que hoy no he encontrado ningún recorte de finales del XIX que me sirva en mis trabajos. Solo eso. Por lo demás… igual me tomo seis cervezas con unas riquísimas aseitunitas aliñás que me han regalado, me da sueño y me acuesto hasta mañana en que y como siempre, acudiré eufórico y motivado a mi trabajo.

La siguiente visita, además, es de las que prometen emociones y que si seguimos en la virtualidad de ser mucho mejores que los otros (que hay que demostrarlo cada vez porque para discursos bonitos ya andan por ahí cienes de políticos), llega el corte de pelo, el rasurado y el afeitado. Malo.

Y luego hay que aguantarlos de por vida (dios Beñat of course and for ever que disen arguno deello).

Me voy a las hemerotecas virtuales y a las digitales a ver si olvido y de camino me paso por el frigo.

Cuidaros.

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